Cada año van aumentando el número de eventos deportivos en el calendario cada fin de semana.
Una hilera de todo tipo de carreras y de diferentes distancias se arremolinan, y a cada una de ellas son más los participantes que acuden y quieren probar sus límites.
Pero, ¿todos ellos están preparados para esa competición?
La respuesta es NO.
Para mí, llegar a una competición, significa haber cumplido un entrenamiento específico para dicha prueba, y saber que voy a superarla con total garantía, independientemente que ese día surjan problemas, o no la realice dentro del tiempo estimado, ya que, lo bonito de competir es eso, poner tu cuerpo al límite de donde puede llegar, superándose a uno mismo.
Pero sabiendo, que ese día está respaldado por una determinada preparación que me ha conducido a competir en ese evento, la cual me dará una determinada seguridad física y fisiológica.
Y sobre todo al finalizar, poder saborear todo ese esfuerzo que hay detrás, que hace que ese momento sea único y maravilloso.
Una vez que tenemos claro el proceso que debemos cumplir para poder competir en una determinada prueba, comenzamos a competir y competir, y competir. Llenamos, casi, cada fin de semana, con diferentes pruebas, o nos planteamos la posibilidad de hacer a lo largo de una temporada un número elevado de competiciones de larga distancia, tras las cuales el organismo necesita un determinado período de regeneración, para poder llegar a la siguiente en las mismas o mejores condiciones. Y con el riesgo de lesionarnos, o poder tener otro tipo de problemas a nivel de salud.
Existe un gran número de gente que dice que usa la competición para aprovechar y realizar el rodaje largo de la semana, o simplemente para entrenar porque entre semana no saca tiempo para ello. El problema de esto, es que no se dan cuenta, que aunque no quieran, cuando se ponen el dorsal, el “chip” en nuestra cabeza cambia, o cuando ves que también ha ido tu “vecino” a correr, por ejemplo. Y al final, no es un simple entrenamiento, o un simple rodaje para acumular kilómetros, se convierte en una competición en toda regla, como lo que es. Lo cual producirá un determinado desgaste fisiológico y estructural, al llevar a nuestro organismo al máximo, y necesitaremos un proceso de recuperación.
Debemos ser conscientes de esto, y planificar la parte competitiva de la temporada con coherencia.
La competición debe ser el trofeo al esfuerzo, uno de los momentos pico en nuestra preparación, en la cual intentaremos rendir homenaje a cada una de las gotas de sudor y a cada aliento, de los entrenamientos que nos han conducido a ella. Convirtiéndola en un momento glorioso, excitante, único, maravilloso, inolvidable, y un gran etcétera, independientemente del resultado obtenido, porque sabremos que lo hemos dado todo y no nos hemos dejado nada, acompañado siempre de una gran ilusión y motivación, la cual nos ayudará a seguir luchando, entrenando, buscar nuestros límites y superarlos.
Porque tras finalizar cada una de esas competiciones iremos en busca de más, en busca de nuevos retos, en busca de nuevos sueños que cumplir.
Pero, para todo ello necesitamos llevar a cabo una progresión y un determinado proceso de entrenamiento, conociendo las carencias y debilidades de cada un@, trabajarlas, y de esta manera poder disfrutar de la competición y de nuevos retos y sueños, por mucho tiempo.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.